El Cofla, un actor que vive del Hip Hop
por: Melissa Cardenas
El Rap (hip-hop) llegó a Medellín a finales de los años 80. Echó raíces
y se difundió en los barrios populares, donde los jóvenes lo interpretan para
expresar su sentir sobre sus barrios y la realidad que les ha tocado vivir.
Desde entonces este género no solo ha derivado en cultura urbana, sino también
en un recurso laboral para muchos raperos que cantan en los buses y con su música
reivindican lo que son y sienten. Varios de ellos conformaron la asociación
RKL, que significa Resistencia Cultural. Especial de la Agencia de Información
de la ENS
El bochorno enciende los rostros de los pasajeros. Diego Fernando,
conocido como El Cofla, rapea delante de la registradora, su cuerpo se mueve al
ritmo de la pista musical que sale de una grabadora portátil que sostiene con
una mano, mientras con la otra remarca el ritmo de su rima:
“Si la vida fuera fácil me quedaría yo sentado, pero es muy difícil. Hay
que andarla rebuscando así sea en los buses o en la calle, deambulando. Estoy
tan cansado con un salario tan bajo, tengo para el arriendo pero no para el
mercado”.
Camina a lo largo del bus en movimiento, los pasajeros escuchan su voz
ronca y lo miran de arriba abajo: pañoleta negra que cubre su cabello, rosario
de madera en el cuello, camisa de basquetbolista, mochos de jean anchos,
zapatos deportivos.Es la Ruta del Barrio San Cristóbal que va por la calle San
Juan; es la tarima en la que El Cofla se expone todos los días desde hace cinco
años, cuando aprendió a rapear en la calle. Tiene 23 años y es del barrio 20 de
julio de la Comuna 13, una zona que habitualmente se roba los titulares de los
diarios por la violencia que genera, la misma que mató a su hermano. “El hip
hop para mí es mi arte, y también un salvavidas. Mi hermano siempre me decía:
lo suyo es el rap, váyase para la calle. Nosotros hacemos rap que deje mensaje,
y prefiero montarme a un bus a cantar que empuñar un arma”, dice.
El Cofla termina su canto y detiene la grabadora, pero continúa hablando
mientras recoge las monedas que algunos pasajeros le estiran: “Muchas gracias
por escuchar, por el respeto, la tolerancia ante todo. Son metáforas, rimas,
palabras que no ofenden ni lastiman, es una manera de ganarme la vida. Se le
agradece a la dama y al doctor, también al se-ñor conductor. Si algo malo va a
pasar, que no se en este bus ni en ningún otro, ni en esta bella ciudad”
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